Francisco Sánchez Bautista es natural de Llano de Brujas, pedanía murciana de la Vega Media del Segura. Un tercio de su vida laboral la ha ejercido de cartero, en Fortuna, donde ha desarrollado su obra poética al estilo de Miguel Hernández, el poeta pastor de Orihuela, la Vega Baja. Sus poesías son un canto a la naturaleza y a la sociedad que le ha tocado vivir. F. Sánchez Bautista ha sido nombrado Hijo Adoptivo de Fortuna. Su memoria y su obra está plétora de las vivencias de esta nuestra sedienta tierra de promisión. En su extensión recoge versos a nuestro río Chícamo, publicados en LA VOZ DE FORTUNA nº 30, de diciembre de 2013, que lleva por título: “Viaje a las tierras de sol y de angustia de Fortuna y Abanilla”, los cuales voy a copiar, para que los abanilleros de buena voluntad puedan deleitarse con su lectura, y si lo consideran oportuno que se pongan en paneles, en el centro de interpretación del molino del Chícamo, como agradecimiento; y si alguna vez procede, se le nombre “Molinero Honorífico”, porque los poetas son, hiperbólicamente hablando, molineros de los sentimientos humanos del entorno y del paisaje.
Introducción.-
Una nube polvorienta
se levanta. He penetrado
en la tierra cenicienta
el campo seco y quebrado.
Montes de greda, chumberas
orillando los ramblizos,
albardines, baladreros
y pastizales sequizos.
Cantaelgallo, tierra lunar y de una claridad alucinante, donde es proverbial que a sus alrededores acudan los cuervos, en busca de alguna raquítica higuera donde llenar el buche:
Cantacuervos,
Cantaelgallo,
el sol llega
mañaneando
entre olivos
y barrancos.
Caminante
de estos páramos
donde el agua
niega el claro
son alegre
de su salmo.
A la altura del puente sobre el mermado río Chícamo, aprendiz de barranco, detiene sus pasos y vuelve a contemplar tan impresionante pueblo –Abanilla-. Sobre este río, agónico y difuso, ya en el 2004, escribí el siguiente romance:
I.
Río Chícamo, pequeño
río que cruza Abanilla
entre jarales, retamas
y un lecho de duras guijas
entre erosionadas gredas
por donde el agua camina
gorgoteante, deliciosa,
lenta, transparente y limpia,
escoltada de olivares
y rodales de hortalizas
y empenachadas palmeras
haciéndole de vigías.
II.
El agua baja filtrada
desde El Cantón y Barinas,
y el Chícamo la recoge
con necesaria avaricia
acumulando arroyuelos
y aprovechando avenidas
entre apretados oasis
de árboles que fructifican:
albarillos, tapalahojas,
peras, dátiles, fresquillas;
lo vegetal hecho azúcar
al sol puro de Abanilla.
III.
Cómo alegras nuestros ojos
río de presencia mínima,
alivio de secarrales
cuando la sed los hostiga.
Por ti se hacen más hermosas
estas vegas escondidas
entre gredosos barrancos
que hablan de geologías
hechas ramblas, pedregales
y leves escorrentías,
que a través del tiempo han hecho
perenne germen de vida.
IV.
Río Chícamo, pequeño
de nombre y de gracia esquiva,
aquel que a tu lado pasa
y en tus márgenes medita,
asombrado se pregunta:
¿Dónde tú entraña nutricia,
río casi arroyo, charco
de agua emergente, o sumida
entre oscuros minerales
que con tu paso haces rica
y jubilosa la tierra
con sus dulces aguas mínimas?
V.
Hijo de los manantiales
y de las fuentes exiguas;
oriundo de envenamientos
y aprendiz de fontanillas.
Por tu gracia tiene el ave
breñal donde nidifica
y un refugio de humedales
donde la esquiva limícola
y el picoverde, y el mirlo,
y el laudino y la zurita,
vienen a beber sus aguas
cuando abrasa la canícula.
VI.
¡Río Chícamo, tú llevas
en tu pequeñez la vida!
Rambla de la Parra. Foto G. Carrión (La Verdad)
Palmeras, tarayes, baladres, carrizales, producto de una débil humedad se alzan alrededor de este histórico pueblo, al que por ese raro encanto, es conocido como “la Palestina de Murcia”. Mientras miro y remiro, casi embelesado, un ruidoso bando de voraces tordos desciende sobre los palmerales. Fue la visión de estos campos, personal y apasionada, la que me inspiró muchos de mis poemas encerrados en títulos como: “Tierra de sol y angustia; Voz y latido; Cartas y testimonios; y la sed y el éxodo”. De este último libro es el soneto aquel que clama:
Sobre este secarral se alzó la vida
rabiosamente gris, desesperada.
Imagen torturante de la nada,
dolorida visión, campo suicida.
Agresiva es la luz tan cernida
e inhóspita la tierra erosionada.
¿Dónde el hombre y su atávica mirada
escrutando esta muerte indefinida?
La triste realidad lo ha desbordado
y se duele el tiempo padecido
y se siente indefenso y marginado.
Aquí surgió un clamor desasistido,
y se sintió pequeño y agobiado
quien levantó su casa en este ejido.
Los hombres de estos pueblos, por su tesón y ánimo de supervivencia, han mejorado mucho. No así las tierras, cuya sed es proverbial…Estas son las reflexiones que viene haciendo este cronista en su viaje a las tierras del secano de Murcia…y el recuerdo imborrable de estas tierras calcinadas.
Francisco Sánchez Bautista, del libro “Asclepios o la añorada infancia de Miguel espinosa. Otras prosas y artículos de opinión”. Real Academia Alfonso X El Sabio. Murcia 2007.
Palabras suyas.- “Fortuna es la cuna de mi poesía. Creo que mis obras han sido como una crónica testimonial de un tiempo. No soy un poeta moderno ni antiguo, porque se puede hacer poesía sacando a la luz lo que sucede en la actualidad, pero teniendo como reflejo lo que pasó hace dos mil años… fue en Fortuna donde yo me hice poeta”.
E. Marco, cronista oficioso de Favanella.