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DUELO A CAPA Y ESPADA EN LA MATANZA


Como ya se ha referido en otros escritos y artículos en programas, revistas festeras y demás publicaciones, el señorío de Abanilla fue instituido tras la pacificación de la sublevación de los moros del reino de Murcia, en 1266, a favor de Guillén de Rocafull (I del nombre), ratificado en 1281 por Alfonso X El Sabio, en la persona de su hijo Ramón de Rocafull (I señor de Abanilla). Guillén de Rocafull era primo y lugarteniente de Jaime I El Conquistador, cuya descendencia procede de Montpellier (Francia). Y por los muchos e importantes servicios prestados a la Corona de Aragón, le fue concedida la administración de varias villas, lugares y señoríos, con importantes extensiones de huerta en la Vega Baja del Segura, entre ellos Favenella (Abanilla) y Albatera, estableciendo en este lugar su palacio residencia, del que todavía quedan algunos vestigios.

Los Rocamora llegaron también con Jaime I El Conquistador, en 1266. Son de un linaje francés procedente del caballero Ramón de Rocamora, descendiente de la Casa Real francesa. En los repartimientos de tierras a que hubo lugar tras la pacificación, recibieron el sitio llamado La Granja, lindante con Cox y Albatera, además de otras tierras en los lugares de La Matanza, que ya se llamaba así cuando vino Jaime I El Conquistador, y la puebla de Menferri (Benferri). En lo sucesivo ostentaron los títulos nobiliarios de barón de Benferri, del marquesado de Rafal y del condado de La Granja, pasando a llamarse “La Granja de Rocamora”.

Las tierras de La Granja de Rocamora se riegan con la llamada acequia de Cox, que parte de la acequia Mayor de Callosa-Catral, por su margen izquierda, que pasa de Cox a La Granja y después a Albatera, que es la cola. A través del devenir histórico, ha habido enconadas disputas por las aguas de esta acequia entre los de La Granja, feudo de Los Rocamoras y los de Albatera, feudo de Los Rocafull, sobre todo cuando los caudales circulantes eran escasos. Los de La Granja hacían motas y se chupaban toda el agua circulante, sin dejar pasar ninguna a sus vecinos de Albatera. Y como la torre defensiva de La Granja está a unos cien metros escasos de donde hacían la mota en la acequia, cuando Los Rocafull mandaban gente armada para que no impidieran el paso del agua, desde la torre defensiva se lo impedían con tiros de ballesta, lo cual originó sus correspondiente contenciosos y disputas consuetudinarias, que en el año 1560 pudieron dar lugar a un duelo a espada entre Los Rocamoras y Los Rocafull, en el campo de La Matanza, cuyo relato es el siguiente:

“El día 16 de diciembre de 1560, a las diez de la mañana, se citaron para el desafío en el cabezo de don Carlos, que está junto al mojón de Murcia, en el campo de La Matanza, don Jaime y don Juan Rocamora, don Enrique y don Luis Rocafull. Don Enrique dijo que quería pelear con don Juan y que don Jaime pelease con don Luis. A lo que respondió don Juan que como él era el que había tenido la riña causante del desafío con su primo don Jaime, creía que debían combatir los dos, uno contra otro, y él y don Luis aparte. Hubo algunas réplicas, pero como estaban todos con ansias de pelear se allanaron las dificultades. Cuando don Juan se disponía a combatir con don Luis, le dijo: Primo, esté atento que don Enrique os va a encapar. Pero éste aprovechó muy poco la advertencia que le hizo su primo, porque cuando se dio cuenta don Enrique lo había encapado y sin perder la ocasión le tiró a la rodilla y cayó de rodillas y cerró con él don Enrique, y le tomó las guarniciones de la espada, haciendo fuerza para quitárselas. No fue menos diligente don Juan con don Luis, quien le metió la espada por entre las guarniciones y le atravesó la mano; don Luis cogió la espada con la mano izquierda, pero le hirió también en esa mano y se le cayó la espada, porque ya no tenía fuerza para sujetarla. Al ver don Juan que su contrario no podía hacer guerra, fue a socorrer a su primo, a quien don Enrique le tenía encapado, de rodillas y tomado de las guarniciones de la espada y le dio una estocada en los pechos, sin intención de matarle. Cuando don Enrique vio cargar sobre sí a don Juan, se volvió contra él y don Jaime entró por el lado y le hirió a don Enrique en el brazo de la espada, que con el golpe se le cayó al suelo; y no se tiraron más cuchilladas, quedando la victoria para los Rocamoras.

Imagen de la película del capitán «Alatriste» (2006), rodada en la esquina del Claustro de la capilla funeraria de El Salvador, en Úbeda (Jaén)

Los Rocamoras curaron a los Rocafull como supieron y les ayudaron a subir a sus caballos; y don Juan, que fue el único que quedó sin heridas, curó también a su primo don Jaime.

Después de este desafío acudieron parientes, amigos y valedores y haciendo las perfectas ordinarias, y como no era solo en la ciudad de Orihuela donde estaban divididos, siguieron unos a la una y otros a la otra, se temió que fueran a encenderse más que noventa y un años antes, cuando tuvieron lugar tantas muertes de Rocafull y Rocamoras. Por lo que don Pedro Maza, gobernador, que era Rocafull por la madre, persuadió al consejo que sacaran el pendón de la ciudad contra los Rocamora y el conde de Cocentaina, su valedor, que estaban encastillados en Aspe con muchos caballos, deudos y otros vasallos. El reino estaba tan alterado, que tuvo que venir el príncipe don Fernando, entonces rey de Sicilia, a Orihuela y con su autoridad y valor se hicieron primero treguas y después de algunos años paces llanas, por medio de algunas personas de buena intención. Y después no han tenido ellos ni sus sucesores pesadumbres de consideración; y se han confirmado las paces con muchos casamientos entre las dos familias.”

Campo de la Matanza, en la actualidad

En la delimitación del término de Fortuna acaecida en el año 1628, se menciona en el paraje de La Matanza la existencia del sitio y casa de don Antonio de Rocafull. Presuntamente, puede que se trate de la Casa del Reloj o de la actualmente llamada Casa Cabrera, dado que ésta pasó a ser dominio de Los Cabrera en el s. XVIII. Probablemente, este duelo se debiera a cuestiones de lindes y aguas; y el hecho de batirse en La Matanza fuese para alejarse lo suficiente de Orihuela y sus cercanías, lugares muy poblados, con el fin de evitar ser descubiertos por las autoridades eclesiásticas, que hubiesen tratado de impedirlo bajo pena de excomunión a los contendientes.

OTROS DATOS:

Este duelo, según consta en los Anales de Bellot, tuvo lugar en la década de 1460-1470, que NO en 1560. La Granja como lugar poblado es de fundación tardía, del último tercio del s. XV. Por tanto, durante la dominación musulmana no existía como tal; y Cox y Albatera eran colindantes. Lo de poner 1560, puede deberse a un error de transliteración del legajo original, dado que refiere al príncipe don Fernando, entonces rey de Sicilia, a la postre Fernando II de Aragón y tras la unificación el rey Fernando El Católico.

E. Marco, cronista oficioso de Favanella.

Bibliografía consultada:

*Los regadíos medievales y su evolución histórica en el Bajo Segura. ISSN 2340-874-X.

*Estudio Histórico Documental de La Granja de Rocamora. ISBN 978-84-96979-89-5

*Discursos históricos de la ciudad de Murcia. Discurso de los linajes, páginas 466 a 473: Rocafull y Rocamora. Lic. Francisco Cascales.

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LA MATANZA Y LAS CONTIENDAS


El paraje de La Matanza está actualmente enclavado entre los municipios de Abanilla, Fortuna, Santomera y Orihuela. Y el de Las Contiendas entre Abanilla y Fortuna. El origen de su denominación es confuso y bastante incierto, pues aunque pudiera parecer que provienen de confrontaciones armadas de lejanos tiempos, las indagaciones llevadas a cabo hasta ahora no lo confirman, al menos documentadamente.

La Matanza

Respecto al paraje de La Matanza hay un legajo del siglo XVIII en los archivos oriolanos, del que hizo referencia la prensa en un reportaje cuando la creación del municipio de Santomera (1978), que refiere que el nombre de “La Matanza” pudiera remontarse a los tiempos de la ocupación cartaginense, porque en este lugar hubo una “matanza” al sofocar Aníbal una revuelta de las tribus iberas allí asentadas. Los historiadores difieren de esta versión, por no existir referencias contrastables al respecto de la época a la que se refieren estos presuntos hechos, por lo que se considera que pudiera tratarse de alguna peregrina leyenda que el autor hubiese recogido muchos siglos después; o no tan peregrina la referida leyenda, porque se han encontrado restos arqueológicos de asentamientos iberos en Guardamar, Rojales, Daya Nueva, la sierra de Callosa, Cox, Orihuela, Redován, Abanilla, Los Baños de Fortuna, Elche…La cultura ibera alcanzó en esta comarca natural del bajo Segura y su afluente El Chícamo, importantes cotas de desarrollo urbano y cultural, atestiguado por sus restos escultóricos, cerámica, enterramientos y túmulos funerarios encontrados hasta ahora. Solían asentarse estos pobladores en pequeñas vegas de aluvión y fondos de cañadas, que permitían el abancalamiento y el encauzamiento de las aguas pluviales de escorrentía en fértiles suelos de aluvión. En el reparto de las tierras de la Vega Baja en la época medieval, ya consta el lugar de La Matanza, en la margen del río Chícamo, que se regaba con el sistema de boqueras yuxtapuestas, aprovechando las aguas pluviales de avenidas, escorrentías y pequeños manantiales. Según refiere J. Torres Tontes en el libro del Repartimiento de Orihuela, en la sexta partición figura la alquería de La Matanza, con 35 pobladores y una dotación de 800 tahúllas. Abanilla no entró en el repartimiento, porque era señorío de Los Rocafull. Existen legajos de los siglos XV y XVI, que reflejan las disputas y contenciosos mantenidos por estas tierras en cuestiones de lindes y amojonamientos entre los concejos de Abanilla, Orihuela y Murcia (Fortuna y Santomera pertenecían entonces a Murcia, y Benferri a Orihuela), dado que estos terrenos, aunque de secano, eran fértiles, con buenos pastizales para el ganado vacuno, ovino y caprino, principalmente, así como por su abundancia en animales de caza, siendo también importante su arbolado, que en la época andalusí lo era en la producción de higos, aceite, uvas, esparto y barrilla, con zonas de buen rendimiento para los cereales, como así lo atestigua su pasado más reciente. Hasta la década de 1960 no se empezó a transformar en regadío, inicialmente por medio del agua bombeada desde el azarbe del Merancho. Por tanto, descartando a los cartaginenses, esta denominación de “La Matanza”, pudiera provenir de las disputas y “matanzas” que se pudieron provocar por luchas tribales de lejanos tiempos, por la dominación de este territorio y el derecho al aprovechamiento de los pastos, la caza y el arbolado. Tenemos que tener en cuenta que los romanos y los visigodos eran más ganaderos, arborícolas y cerealistas que hortelanos. El desarrollo hortícola vino de la mano de los árabes, pero estas zonas como La Matanza no tenían riego periódico asegurado, por lo que se siguieron aprovechando como anteriormente. Otra leyenda refiere que cuando don Jaime I El Conquistador llegó a estas tierras, en 1266, a este paraje ya se le denominaba La Matanza, por la luchas tribales habidas durante la dominación musulmana.

El paraje de Las Contiendas, situado entre Abanilla y Fortuna, por la parte de poniente, es la excepción del término de Abanilla que no pertenece a la cuenca del río Chícamo, sino de la rambla del Ajuaque, tributaria de la rambla Salada, la cual se une a la rambla de Santomera para desembocar en el río Segura, por su margen izquierda. Dada la orografía de este paraje a través de la historia conocida, es fértil y apropiado para el cultivo cerealista y arborícola, predominando la vid, el olivo, la higuera y el almendro. Por la posesión y el dominio del cultivo de estos terrenos se han producido “contiendas” de enfrentamientos de intereses, de los que tenemos constancia de ello desde la época medieval, dándose el caso que los señores que ostentaban los feudos limítrofes escogían los lugares más fértiles para sembrar y cuando las mieses estaban a punto de recolectar se las robaban unos a otros, con las consiguientes disputas que se originaban. Por esta razón, quizá su denominación sea el sinónimo de los enconamientos que produjo, reflejado a través del tiempo por los amojonamientos efectuados desde las lomas del Tale a los Baños, haciendo constar en varias ocasiones que los mojones intermedios se encontraban destrozados, adrede, habiendo sido destruidos, no quedando apenas vestigios de su último emplazamiento. Esto de destruir los mojones y correr las hitas no es nada nuevo en el devenir de los pueblos circunvecinos, sino que es algo demasiado enquistado en las sociedades donde la riqueza y la supervivencia depende del autoconsumo; y la propiedad de la tierra tiende al minifundismo. D. Juan Torres Fontes, en sus tratados de historia sobre Abanilla y Fortuna da referencias sobre deslindes y “contiendas” habidas entre ambas vecindades, que también afectaron a los baños árabes, los cuales hubo que dividir por medio de una pared, para evitar disputas. Estos baños árabes, según las prospecciones arqueológicas realizadas, se encuentran en el subsuelo donde en el siglo pasado se edificaron las cocheras del Balneario, que todavía existen.

Las Contiendas

NOTA.- Para mayor abundamiento sobre el paraje de La Matanza, pueden consultar el libro “Los regadíos medievales y su evolución histórica en el bajo Segura”, del que hay ejemplares en las bibliotecas municipales de Abanilla y Fortuna, la UMU, UCAM, UPCT, Biblioteca Regional, etc., en el apartado 3.2.2 “Las alquerías andalusíes de La Matanza, Benferri, Benireduan (Redován), Escorratel y Cox”, en las páginas 62 a 72, se profundiza sobre el tema. Y en el apartado 3.2.3.1, se estudia el espacio hidráulico a pequeña escala y poblamiento de las fuentes y el complejo de Los Baños de Fortuna, páginas 76 a 85.

Autor: Eugenio Marco Tristán, cronista oficioso de Favanella

Este artículo se ha publicado en LA VOZ DE FORTUNA nº 38, en agosto de 2016.

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