LA ROMERÍA DEL BOTELLÓN

            En el año 2013, se cumple el 40 aniversario de la recuperación de la fiesta de moros y cristianos en nuestra villa y el 415 de la celebración de la ídem en honor de San Roque (1598), cuya ermita la bendijo el Obispo don Esteban Almeyda, el 6 de diciembre de 1561, y tenía su cofradía. Estaba ubicada en el Paseo de la Ermita y fue demolida en el año 1967.

            Las advocaciones festeras y los patronazgos de los pueblos y ciudades cambian a través de su historia. La referencia de la cofradía de la Santa-Vera Cruz data de 1564, pero de la fiesta del 3 de mayo, de momento, no tenemos rastro ni referencia documental de ella hasta mediado el siglo XVIII: En varios testamentos de 1760-61 y 62, se menciona la existencia en nuestro templo parroquial de San José del altar de la Santísima Cruz (sin el Vera). En 1770, ya consta la procesión a bañarla en el agua de la huerta, con música y soldadesca. Pero en el siglo XIX, según el diccionario de Madoz, es la fiesta que con más solemnidad se celebra en esta villa, a la que concurren las gentes de los pueblos circunvecinos. La procesión se conduce al centro de la huerta y sitio de Mahoya, una cruz pequeña que se dice piadosamente aparecida, se baña en la acequia mayor, con gran estrépito de trabucos que llevan los mozos del país; después se bendicen los campos y las aguas para el riego y se traslada todo el concurso a la iglesia, donde tiene lugar la solemne función religiosa. Se han localizado varios testamentos de finales del siglo XIX, donde el testamentario deja a sus herederos el cumplimiento de la promesa de ser capitán.

            Abanilla se propone encauzar su proyección hacia el futuro basada en su pasado festero, para intentar lograr (méritos históricos nos sobran) que nuestra fiesta mayor sea declarada de Interés Turístico NACIONAL. Al gran desfile parada del día 1 de mayo, cuarentón ya, pocos cabos sueltos quedan por atar para hacerse merecedor de este nombramiento, pero lo que realmente tenemos que superar es que el buque insignia de nuestra religiosidad festera, la romería y su soldadesca, atraquen a buen puerto, pues llevamos ya más de una década de maniobras un tanto pelegrinas, por falta de un buen contramaestre para llevarlas a cabo sin la menor zozobra. A muy pocos autóctonos y foráneos se les escapa que nuestra romería, antiguamente procesión, se ha convertido en un bacanal dionisiaco y gastronómico, que lleva por mascarón de proa “el botellón”, propio de un buque pirata.

            En el año 2006, el antropólogo M. Mandianes, acreditado investigador y escritor perteneciente al CSIC, especializado en el estudio del fenómeno “botellón”, nos visitó el 3 de mayo y, al año siguiente, en el diario El Mundo, de tirada nacional, el 1 de mayo publicó un artículo bajo el título de “Mayo: Los hierros del tiempo presente y pasados”, y reseña lo siguiente: El sacrificio y la diversión dionisiaca se funden en una sola cosa, en la procesión a Mahoya y en la fiesta de Caravaca. Este antropólogo dice en sus escritos que el fenómeno del botellón no es fácil de eliminar, pues ya forma parte de la cultura de las nuevas generaciones, creado por una serie de circunstancias socio políticas y religiosas que han adquirido carta de naturaleza en nuestro modo de vida.

            Remitiéndonos a nuestra parcela, de la que nadie está exento de culpa, sobre todo por hacer caso omiso a ciertos avisos para navegantes despistados, que miran hacia otro lado para no ver el peligro que se les avecina, nuestra Hermandad parece haberse despistado y ha centrado su quehacer en parafernalias, parches y remiendos, amén de tratar de consolidar fácticamente el epíteto pleonasmo del “Vera”, ajeno a nuestro rumbo histórico documentado, conjuntamente con las autoridades civiles, cuyo pragmatismo del voto muy pocos ignoran. Me permito recordar que durante la alcaldía de José Luis, se produjo la primera modificación importante del Reglamento de Armas y Explosivos y no le faltó tiempo para dictar un bando prohibiendo los cañones. El actual reglamento es mucho más restrictivo y conciso en el empleo de la arcabucería en la calle, pero no sólo “en papeles” (permisos, trámites y burocracia), sino en la seguridad activa y pasiva de los propios participantes, marcando una barrera entre estos y los espectadores o visitantes. Considero que al buen entendedor con poco rollo macabeo tiene suficiente, en el bien entendido que lo de interés turístico NACIONAL debe ser algo más que parafernalia, circo y bacanal, a no ser que lo que se quiera promocionar sea “la romería del botellón”. Y por si algún despistado se pregunta de qué va eso, simplemente apuntarle que los tiradores deben ir solos y disparando por grupos o escuadras, que no mezclados con la chusma. Por tanto, siguiendo la historia de la “soldadesca”, los carros y la chusma van en retaguardia, que no en vanguardia. Tengamos en cuenta, que en caso de siniestro los seguros intentan salirse por la tangente, con lo que la responsabilidad civil va desde el propio individuo a la institución organización del evento, las fuerzas de orden público que deben velar por la seguridad, en este caso el Ayuntamiento y, finalmente el Obispado, porque la Hermandad es de su competencia. Accidentes graves ya ha habido algunos en otros pueblos y hay que aprender del ejemplo. La Santa Cruz puede que sea muy milagrosa, y la fe mueve montañas, pero evitando la ocasión se aminora el peligro.

E. Marco   

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