Esta próxima semana se van a celebrar en Abanilla, Caravaca, Ulea y otros pueblos de España, la fiesta de la Invención de la Santa Cruz. Considero oportuno especificar algo más a lo expuesto en la página 17 de este diario, de fecha 01-04-13, sobre «El enrevesado pasado de los lignum crucis», de Isabel Lara: el empleo de la expresión ´La Vera Cruz´ estuvo en uso hasta la bula de 1736, en que pasó a Santísima Cruz. Es evidente que a partir de 1736 agregarle ´y Vera´ es un epíteto que nada positivo aporta.
Analizando la palabra ´vera´ se observa que ni en castellano ni en latín significa verdadera, pues procede del rótulo que los templarios ponían en sus iglesias y ermitas: ´UERA CRUZ´ (ora a la Cruz). ´Uera´ se transformó con el uso en ´vera´, teniendo su explicación en que los canteros de la época la U la escribían V y la J, I. Hubo en el templo de Abanilla una losa de enterramiento que literalmente ponía: IVAN PIZARRO. Creímos que el nombre era Iván, pero en documentos corresponde a Juan; evidente ejemplo de lo referido con ´uera´. Al lignum crucis de Abanilla no se le ha llamado Santísima y Vera en su historia y el pretender hacerlo ahora, «de facto», son ganas de crear problemas innecesarios donde no los hubo hasta ahora, por ignorancias supinas de las que, presuntamente, son más culpables los que las permiten que los ignorantes.
Está bastante claro que el epíteto sobra, por lo que en nuestro caso es de aplicación esa máxima que dice «si no eres parte de la solución del problema, eres un problema». Y la denominación oficiosa (de facto), que se está aplicando en Abanilla desde el 2002 a su lignum crucis, agregándole el epíteto ´y Vera´ ha creado un problema innecesario que raya la pedantería institucional a todos los niveles, tanto civil como eclesiástico, que divide más que une. Caravaca puede que tenga sus razones históricas por su relación con los templarios y quieran de alguna manera reflejarlo, lo cual no les exime del epíteto, pero hay cosas en la historia que ni son transportables a otros lugares ni se deben copiar impunemente, porque va en contra de la idiosincrasia del lugar y de sus gentes. Un claro ejemplo lo tenemos con las «fallas» de Valencia y con las «fogueres» de Alicante, que en el fondo del asunto todo es lo mismo, pero cada una con su denominación autóctona.
Eugenio Marco Tristán
Carta publicada en el diario La Opinión de Murcia el día 26/4/13