Tonterías que no falten

A raíz de la polémica surgida a consecuencia de los datos sobre la delincuencia en nuestra Región y la inseguridad ciudadana, me permito hacer ciertas puntualizaciones al respecto, sin entrar en la guerra de cifras ni en el fondo del asunto.

El delegado del Gobierno afirma decir la verdad y como es habitual, sus números, no coinciden con los de sus contrincantes, lo cual nos confunde a los ciudadanos que no estamos habituados a la jerga semántica de la demagogia. Como ningún mortal es poseedor de la verdad, porque cada uno tenemos la nuestra y la objetividad no pasa de ser un espejismo, aquellos que dicen poseer la verdad, incluso en nombre del «más allá», sólo predican, lo que predican.

Con los debidos respetos, me permito sugerir a los responsables de la estadística Oficial, que en «honor de la verdad», cuando efectúen el cómputo de «robos y atracos», no se olviden incluir a la Hacienda Pública», porque desde el siglo XIX, se le llama popularmente el Ministerio del Trabuco, dado que dicho artefacto era el arma reglamentaria de aquellos románticos bandoleros y asaltacaminos, mecenas de explotados, vilipendiados y desvalidos. Y no entro en consideraciones sobre el contencioso de la congelación salarial de los funcionarios, porque todavía le queda hilo a la birlocha que, con muchas probabilidades, se le cortará el hilo y se perderá en la estratosfera, en algún agujero negro. También deben incluir en el capítulo de las «apropiaciones indebidas», el caso del Ayuntamiento de Abanilla que, desde 1936, y actualmente con los beneplácitos de la Consejería de Presidencia de nuestra Comunidad Autónoma (Decreto 6/1999), le han aprobado, impunemente, por escudo municipal las armas de Fernando VI y por bandera un pendón.

En estas controversias no es nada novedoso, el tratar de dejar por embusteros a los que difieren con la opinión oficial y arremeter contra los mensajeros, haciendo buena aquella máxima de matar al mensajero si la noticia es mala. Otro antiguo aforismo dice: «El poder corrompe y, el poder absoluto corrompe absolutamente». La Historia tiene ya el número de páginas suficientes, para demostrarnos que todo el que dice poseer la verdad, sólo se refiere a su verdad y predica medias mentiras.

Que nadie martirice sus cuerdas vocales predicando «sus verdades, aunque sean oficiales», porque ello va en detrimento de su salud y pone en entredicho su sensatez. Cabe recordar que existió en tiempo no muy lejano, una casa discográfica cuyo nombre comercial era «La Voz de su Amo» y cuyos representantes más genuinos eran y son, los que son.

Eugenio Marco Tristán
Carta publicada en el diario La Opinión de Murcia. Jueves 14/03/02
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