A enemigo que huye, puente de plata –dice el refrán- y corvilla de hojalata, dice el SIC. Lo que pasa en la Palestina Marciana es digno de tomar nota para elaborar un guion de película de Berlanga que… ni los Diez Mandamientos la superarían en extensión, con la ventaja que los extras y los decorados resultarían muy baratos. Antes de seguir este embrollo, recordarles a los lectores y advertirles que no les quepa la “mayor” o la menor duda de que todo lo dicho aquí sea ficción, a excepción de las puras coincidencias. Como dirían algunos ex pregoneros del balcón: “Se va el chamán, se va el chamán, lo traen y lo llevan desde Mursiya…” Estoy seguro que estas historias oficiosas, con la categoría de cuentos, no las escribiría ni Valle Inclán en los mejores tiempos del chotis y el esperpento. Si los especialistas en antropologías filosóficas se dedicaran a analizar ciertos comportamientos sociales de la España de la charanga y la pandereta, del cerrado y sacristía y de la chupoptería, en vez de perseguir a las totovías, otro gallo nos cantaría.
Los pueblos y ciudades en que sus habitantes viven encantados y encandilados por los espurios cantos de crisálidas sirenas, sin tener ni si quiera playa, les puede pasar en su devenir histórico de todo y, por lo general, nada bueno. Pero también dice la populachería que los palos con gusto no duelen al que los recibe, mientras está chupando de la teta o del bote. Pero mientras que se le da o no el bote al chupandanguero zascandil, se nos puede acabar hasta el aceite del candil. No es mi intención meterme a despotricar contra nadie ni contra ninguno, al menos de forma identificativa, porque eso deja rastro para que a la postre vengan con el as de bastos. Porque bastos sí que somos, al menos en ciertas cosas del dios Baco, en la romería de san botellón bendito y en otras gambusinerías. Aunque a mí no me importaría un pimiento si todos estos avarientos no disminuyeran ni afectaran a mis pecunias y emolumentos. Rico no soy, ni por suerte, ni por apellido, ni de nacimiento, por lo que me siento muy molesto y dolorido cuando me tocan el IBI o los garbanzos del cocido. De chotos mamantones estoy hasta los cojones, que sin oficio ni beneficio tributario se chupan el monario y se ríen del contribuyente, del 60% que paga religiosamente. El que con pata roja llega y ni si quiera va a misa y se la pintan de azul, termina echando la cagada y la mierda sigue oliendo aunque la tapen con tul. Estúpidos velos se corren para ocultar ciertas estulticias, que más bien son pifias de infantilismos variopintos. Para ver cosas hay que estar vivos y con los ojos bien abiertos, venir a esta villa y que no te vendan la “amoto” que apesta a mierdilla.
Los Poncios Pelotas que por aquí pasan se dedican a crucificar, a los que no les ríen la gracia y no les pelotean jamás. La Vera puncha de Longinos aquí tiene su santuario, rodeada de PePinos y de totovías volando. Nerones y “regaeras” abundan por doquier, revestidos de hombres buenos cuan clones de papel. El carnaval de Abanilla es un florido pensil, del Nacional Catolicismo de mucho arraigo aquí. Las máscaras hace tiempo que no se pasean por las calles de Abanilla, esperando que se cambie de tercio, de muleta o de banderillas. Para carnavales los de antes de la llegada del romantiquero, en el que los trinitarios folklóricos estaban en el chiquero. Y si tiramos del hilo se llega al ovillo, donde te puedes encontrar con alguna que otra catedrática en predicamentos de baja catadura y de peores ejemplos. Me arrepiento, Señor, y Tú lo sabes de sobra, de no haber empezado antes a repartir estopa, a ciertos elementos de muy baja estofa.
Concluyo esta misiva con el insulto “postmortem” que Quevedo le dedicó a Góngora:
Este que, en negra tumba, rodeado
de luces yace muerto y condenado,
vendió el alma y el cuerpo por dinero…
Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa)
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.
Moraleja.- Sumir a un pueblo en la pobreza, tanto física como moral, no es tarea fácil ni baladí, sino que hay que ser muy zascandil para llevar a buen término dicha proeza. Y esto, históricamente, solo lo consiguió el felón de Fernando VII, que se dejó engañar por Napoleón y persiguió a los intelectuales liberales con saña y largueza; y al que no se exilió lo finiquitó. Obras son amores; y NO las parafernalias sin razones.
Desde que te vi venir con el carnet en la boca, dije para mí: este nos la emboca.
El espíritu errante del pregón satírico en el balcón del cielo