Respecto de las imágenes de dicho powerpoint, tras verlas y repasarlas, me parecen muy oportunas, pero tengo que aclarar, tanto en este trabajo como en otras imágenes que hay colgadas en internet, que eso de decir que el acueducto de Sahués es «romano», ni me parece oportuno, ni está documentado arqueológicamente, ni arquitectónicamente, por lo que puede deberse a la ignorancia, en base a la ley del cuanti más atrás en la historia más importantes somos. Pero no es que seamos, sino que nos lo creemos indebidamente.
Entrando en el fondo de la cuestión, no hace falta ser licenciado en arqueología, ni doctor en arquitectura e ingeniería, para percatarse de que los acueductos romanos que salvan importantes desniveles, como lo son el de Segovia, Tarragona, etc., no son de la misma hechura y compostura que el de Sahués, que también salva un buen desnivel. Está demostrado por los arqueólogos la existencia de una villa romana en el Llano de Sahués, lo cual no implica que el acueducto también lo sea máxime, cuando existe la fundada sospecha de que el agua del Chícamo pudo llegar a Sahués sin cruzar el río, por medio de una acequia en el lateral de la margen izquierda.
Cada vez está más claro y evidente, que el sistema hidráulico para regar Sahués y la Huerta es de diseño y hechura árabe, partidor incluído, al igual que el sistema de riego por ellos realizado en la vega media y baja del Segura, de la que El Chícamo es su afluente. Las marcas de algunos sillares que revisten las pilastras del acueducto de Sahués tienen algunas marcas de cantero, que algunos atribuyen a los romanos, y que puede no ser cierto, porque estas piedras se intuye que han sido reutilizadas de las del Llano de Sahués. Es más, algunos canteros, conocedores por su oficio de marcas antiguas de cantería, por sentirse más importantes las ponían como suyas. Evidentemente, las fechas grabadas en algunas de ellas corresponden a reformas habidas en el siglo XVIII, al ser destruido en varias ocasiones por las riadas torrenciales parte del mismo.
Como refieren algunos historiadores, en tiempos de los árabes las pilastras lo normal es que fueran de manpostería y el paso del agua se hacía por una acequia de tablas, apoyada sobre grandes troncos de madera, de pilastra a pilastra. Asímismo debieron ser los pasos sobre la rambla de Mascosa, la del Salado y la de Balonga, pues está documentado que en el siglo XVIII se hicieron de cantería. Los arcos de ladrillo del acueducto de Sahués, consta inscrito en una piedra del arco central, que se construyeron en 1882, por Antonio Marco (a la sazón mi bisabuelo paterno).
En el molino de Camarrano, llamado el del Partidor, en la finca la Hacienda, hay un arco y una pilastra, que pudieran ser de reutilización, procedentes del Llano de Sahués. Dicho molino puede que se construyera a finales del siglo XVI o principio del XVII, aunque consta en el censo de las contribuciones a partir del siglo XVIII. Todo lo que a algunos se le parece, puede no ser. Y me refiero concretamente a este acueducto de Sahués y al ribazo que hay frente a la Ermita, que algunos lo atribuyen a «los romanos», pero hay documentos de que se reforzó con esas piedras en el siglo XVIII, porque la acequia de regar con el agua de la balsa del lavadero pasa por encima y fue necesario consolidarla haciendo este ribazo de buena solera. ¡Dios salve al César!.
¿Acueductos romanos?, no lo sé, árabes, seguro que no.
Desde luego Eugenio Marco tiene razón en que “ni está documentado arqueológicamente, ni arquitectónicamente” el origen supuestamente romano de la instalación, al igual que tampoco lo está el origen supuestamente árabe de la misma. Por tanto nos quedamos sin saberlo.
Desde luego, árabe no es. Y digo que los arcos no son árabes, porque los únicos árabes que vinieron a España eran unos cuantos con Tarik, en 711. El propio Tarik no era árabe, sino bereber, si bien estaba a las órdenes de Musa ibn Nusair, que sí era árabe (yemení en concreto). Posteriormente los que vinieron con las dos invasiones posteriores que hubieron en España, almorávides y almohades, se trató de gente que venía del norte de África, bereberes los primeros (del Atlas y la Berbería) y moros los segundos (literalmente moros, o sea del país de los moros, Mauritania, que entonces llegaba hasta casi el Norte de Marruecos).
En total, en las tres invasiones, no pasaron de 50 o 60.000 individuos. Nunca ha habido tantos moros y bereberes en España como ahora (los inmigrantes del Marruecos actual), ni tantos árabes (los de los palacios y los yates de Marbella).
Por tanto, los que vivían bajo el Emirato y posterior Califato de Córdoba, en las Taifas posteriores y en la Granada final eran, mayoritariamente, españoles de raza latina y lengua romance (que hablaban el aljamiado o latini, una especie de castellano escrito con caracteres árabes, y el mozárabe, el mismo idioma escrito con caracteres latinos). El idioma árabe era patrimonio de la aristocracia, que en gran parte también procedía, con los años, de mestizajes de algunos de los árabes y bereberes que acompañaron a Tarik con visigodos y nobles de origen romano: Abderraman III era rubio y de ojos azules.
La aristocracia musulmana no se mezclaba con el pueblo vulgar, al igual que hicieron los visigodos, y por tanto la población siguió siendo la que había en la época de los romanos, los que se llaman latinos, en términos etnológicos y que nos hace semejantes a italianos, franceses y portugueses (al igual que son germanos los alemanes, holandeses y flamencos, o eslavos los rusos, ucranianos, checos, eslovacos, polacos, rumanos – sí, sí, los rumanos aunque hablen un idioma latino- búlgaros y yugoslavos, o nórdicos los suecos, noruegos, daneses e islandeses). En Europa solo ha habido una invasión seguida de una inmigración masiva sustituyendo a la población original, y fue en Turquía, al final de la Edad Media.
O sea, que, cuando hablemos de los que mandaban en la parte no cristiana de España, debemos hablar de españoles de los estados musulmanes, y no de moros y mucho menos de árabes. Referirnos a esa gente como árabes es dejarnos influenciar por la propaganda franquista que, durante décadas, trató de dicotomizar la España de la época en buenos y malos, fieles e infieles, atribuyendo todos los males del mundo al moro extranjero, sacrílego, taimado y traidor. Creernos esta trola es hacer de las aventuras del Capitán Trueno y del Guerrero del Antifaz nuestro libro de cabecera.
Los ingenieros y arquitectos de la antigüedad eran los romanos, esto es bien sabido y no merece mayor explicación. Simplemente recordar el magnífico sistema de saneamiento de Roma o el suministro de agua potable a las viviendas romanas por medio de tuberías de plomo, por ejemplo.
Los habitantes de los países de religión musulmana o de raza mayoritariamente árabe, desde Arabia a Marruecos (hablaremos de árabes por simplificar y sin olvidar los matices anteriores) no destacaron por sus obras de ingeniería. El mérito fundamental de los árabes se debe al mantenimiento y conservación de lo que había en los países que iban conquistando, pero en general eran poco inventores (salvo la numeración, el álgebra y poco más). Destacaron en muchas artes y ciencias, es cierto, pero casi todo se basaba en la traducción y conservación de los legados de las culturas griega, romana y persa (no los olvides).
Si no me engañan, este otoño vendrán unos arqueólogos de la Consejería de Cultura, a petición de la Comunidad de Regantes, para estudiar, datar y catalogar los acueductos. Ya avanzo que estuvieron por aquí José Montoro (el arquitecto número uno en restauraciones de infraestructuras hidráulicas de la Huerta de Murcia) y un arqueólogo cuyo nombre no recuerdo, de la Consejería de Cultura y nos dijeron que el sistema de regadío era, sin lugar a dudas, de origen romano. La visita del otoño es para hacer un estudio sistematizado del asunto.
Decir que la hechura de nuestros Arcos no se parece a la de los acueductos de Segovia o Tarragona me parece aventurado, ¿por qué?, ¿porque los otros tienen varios pisos y los nuestros solo uno?, para afirmar eso hay que describir los elementos arquitectónicos que los harían supuestamente diferentes: el andén, la arcada, el encachado, la cabeza de puente, los estribos y manguardias, el ojo, la pila, el pilar, el pilote, la zampa, el pretil, la acitara, el antepecho, el tajamar, la zapata, … Precisamente los visitantes, especialmente el arquitecto, destacaron la hechura romana.
De lo que son supuestos vestigios materiales de los romanos quedaría muy poco. Algún sillar de las bases de los arcos actuales, las piedras con el agujero en el centro que hemos encontrado y las brencas de piedra de algunos tablachos. Quien se quiera ilustrar que vaya al arco del Molino de Ricabacica, que se baje abajo y remoje con agua el sillar del lado derecho. Verá unas esculpidas unas letras. A ver si alguien con más ciencia que nosotros nos dice qué letras son y de qué idioma.
Y de paso que nos explique estas fotos:

La primera piedra está en la Huerta y según el arquitecto es un eslabón (atanor) de un sifón similar al de la segunda foto, en Cádiz. Si alguien se quieres ilustrar, que busque en Internet «sifón de la Fuente del Tempul».
Los viejos de la Huerta llaman «albellón» a esas piedras con el agujero. Según ellos, hasta hace muy pocos años había un montón por la huerta, Sahués y el Partidor. Había tantas que les pusieron un nombre (albellón, haciendo referencia a su utilidad hidráulica). Incluso hace dos años desapareció una también de la Huerta, cerca del Olivar. La otra que tenemos localizada está en el Sahués, y es muy similar a esa. Cuando Montoro y el arqueólogo vieron esto dijeron que eso era la prueba del nueve del origen romano de las infraestructuras, pues ese tipo de sifones es única y exclusivamente de origen romano.
Esta otra piedra pudiera ser la bajante del sifón, está en una casa del Sahués.
No debemos confundir la obra actual que se ve con la obra original. Evidentemente, 2000 años son muchos años y se han hecho muchas reformas y pegotes. El atentado de 1992, al revocar con cemento los arcos, no es lo único que se ha hecho en esos acueductos, pero lo esencial es que la infraestructura, el sistema de regadío, el hecho de que se llevara agua a varios Km., salvando desniveles y lomas, eso era romano, a mi humilde entender. Decir que es de origen árabe (incluso con el error que conlleva la afirmación) es negar la existencia de la Huerta antes de la época musulmana, pues ya me dirán como, sin acueductos, minas ni acequias, podía llevarse el agua del Río desde el Partidor al Olivar, ¿a cubos?, ¿en aguaderas en mulas o burros?
Intentar justificar, para negar la evidencia, como sistema de regadío del Sahués, que el agua viniera por una acequia por la margen izquierda es ciertamente ingenioso, hay que tener imaginación para afirmar una cosa así. Como mínimo debería quedar algún resto por allí, ¿no?, digo yo. Muy bueno. Esa explicación suena a invento para negar que el acueducto estuviera allí durante los primeros siglos del primer milenio.
Ahí está tu error, querido Eugenio, en fijarte solo en las reparaciones posteriores y en lo que hay escrito. Ya te he dicho muchas veces que el papel se empezó a usar en Europa en la Edad Media, de antes de esa época vas a encontrar pocas actas notariales. La historia no se basa solo en documentos escritos, los historiadores y arqueólogos, que tienen formación científica, se basan en multitud de otras evidencias, y no solo el papel.
Me llama la atención lo que dices: «Cada vez está más claro y evidente, que el sistema hidráulico para regar Sahués y la Huerta es de diseño y hechura árabe, partidor incluido, al igual que el sistema de riego por ellos realizado en la vega media y baja del Segura, de la que El Chícamo es su afluente.» ¿cada vez más claro y evidente?, ¿por qué, donde, como, en qué te basas?, ¿conoces algún partidor similar y de origen “árabe”?.
Más bien yo creo que lo que cada vez es más claro y evidente es lo contrario, el origen romano, pero esto es solo una opinión de un profano. O por lo menos es lo que se me quedó de lo que dijeron dos expertos en el tema: Montoro, el arquitecto que más acequias, norias y azudes de la huerta de Murcia ha restaurado, y ese arqueólogo al que el tema no le ofrecía ninguna duda. En cualquier caso, este otoño saldremos de dudas.
Además, en noviembre o diciembre haremos un simposio sobre la infraestructuras hidráulicas, al que asistirán éstos y otros expertos y allí se ventilará el tema.
Yo no digo que sea todo romano, no soy arqueólogo ni arquitecto ni historiador, pero lo que jamás haría es negar esa posibilidad, entre otras razones, porque sería negar la posibilidad de que Abanilla tuviera un determinado pasado. Si queremos negar el patrimonio cultural de nuestro pueblo: las fiestas de MMyCC, el sistema de regadío, …, dejemos que lo hagan otros, que además sepan más que nosotros.
José María López Lozano