Sobre la carta publicada en esta sección el 26-04-02, firmada por J.M. San Nicolás, referente a la bandera de Abanilla, la del decreto 6/99, por alusiones, deseo hacer ciertas consideraciones.
El pasado día 3 de mayo, en la Asamblea Regional se izaron las banderas de los municipios de la Región, entre ellas el pendón de Abanilla. Hace ya tres años (04-04-99) que vengo derrochando tinta contra los que aprobaron «por unanimidad» el referido pendón, habiendo obtenido silencio, antipatía y la indiferencia.
Me consta que el señor San Nicolás ha tenido la entereza de dirigirse a las instituciones tratando, documentadamente, de corregir este anacronismo y sólo le queda recurrir al contencioso. Públicamente le exhorto a que no lo haga, porque según dice un viejo refrán «a los burros no se les lleva a los tribunales, por respeto a sus señorías». Por última vez sobre este asunto me dirijo a mis paisanos, autoridades e instituciones afectas para significarles que nadie queda libre de responsabilidad; unos por ignorancia, otros por omisión o consentimiento y los demás por tácito silencio. No me queda más remedio que arriar la «histórica y vera bandera de Abanilla», la verde y azul, la que me encontré en un legajo por leer lo que no me importa.
La gloria banderil de las milicias concejiles de Felipe II ya no se lleva. Lo que ahora priva es el pendoneo de Fernando VI. El nuevo eslogan publicitario de la concejalía de Turismo para estas fiestas ha sido el siguiente: «Aquí la gente viene a pasárselo bien, no a crear problemas». Siguiendo el ejemplo del romántico bandolero de estos pagos Jaime Alfonso el Barbudo, me retiraré a su guarida y haré penitencia y oración, hasta que oiga en la montaña el eco del crujir de mis propios huesos, y el Altísimo, compadecido, me conceda su perdón. Algunos bandoleros históricos han sido más honrados que sus verdugos.
Eugenio Marco Tristán
Carta publicada en el diario La Opinión de Murcia. Miércoles 08/05/02