La prensa relataba, el pasado 12 de febrero, que la Generalidad Valenciana “acaba de anunciar ayudas para la promoción de la lengua valenciana en la zona de El Carche (El Carxe), que comprende parte de los términos municipales de Jumilla, Yecla y Abanilla».
No salgo de mi asombro, una administración, el Gobierno Valenciano, va a gastar dinero en el territorio de otra administración, donde no tiene competencias. Es decir, va a malgastar el dinero de los valencianos para fines ilegales. En tiempos en que la corrupción y la malversación de fondos públicos llenan la prensa, el nuevo gobierno valenciano, PSOE-Compromís-Podemos, va a hacer algo que no paran de Este es un aspecto de la cuestión, pero hay otro más preocupante.
Veamos primero quienes son los responsables, en la Generalidad Valenciana, de este desaguisado. El Conseller de Educación es el Sr. Vicente Marzà Ibáñez. El Sr. Marzá es militante de Compromís y anteriormente estuvo muy vinculado a la Fundación Escola Valenciana. Esta entidad tiene, como principal objetivo, la normalización lingüística del valenciano, en concreto, su gran objetivo es: “…amb l’objectiu de potenciar la creació d’un sistema educatiu amb el valencià com a llengua vehicular….”. Rubén Trenzano Juan, es el Director General de Política Lingüística y Gestión del Multilingüismo, y su curriculum político parece calcado del Conseller.
Durante la pasada campaña electoral, Compromís hizo suyo ese objetivo y el nuevo Conseller lo ha repetido en numerosas ocasiones. No hay que olvidar que Compromis es un partido similar, en sus planteamientos nacionalistas, a la CUP o Esquerra Republicana de Cataluña.
Como se sabe, el uso del valenciano como lengua vehicular en la enseñanza, supone que el castellano quedaría relegado a un segundo lugar. En el mejor de los casos, se imparten algunas asignaturas en castellano y en el peor, se enseña castellano al mismo nivel que el inglés, como si fuera una lengua extranjera. La situación de la enseñanza en Cataluña y Baleares es dramática. Conozco el caso de una niña, de cuatro años, que debe desplazarse cada día desde su pueblo de residencia a la capital de la provincia, 17 km, para asistir a una escuela en castellano porque, en su pueblo en que está empadronada, se le niega ese derecho.
¿Y por qué ese empeño en priorizar la enseñanza de una lengua minoritaria en detrimento del español, segunda lengua materna del mundo?.
La base es el concepto de lengua propia en contraposición al de lengua común.
Lengua propia es entendida por los nacionalistas, como la lengua que identifica al territorio y define a sus hablantes como miembros del mismo. La lengua común es aquella que la gente utiliza habitualmente para relacionarse con otros, y no tiene relación con el territorio, sino con las personas En Cataluña, la lengua común es el castellano para unos, y el catalán para otros, pero es más bien el castellano porque es la lengua que permite la relación entre todos los catalanes (los que hablen “su lengua propia” y los que no), por ello es la lengua común, la que comparten todos. En Cataluña, los separatistas dicen que la lengua propia de Cataluña es el catalán, y niegan la existencia del castellano como lengua común. Por tanto, el buen catalán, es aquel que utiliza la lengua propia, el catalán, pues es lo que le define como miembro Durante años, el objetivo de las instituciones catalanas partidarias del separatismo ha sido que “su lengua propia” se convierta en lengua común, desplazando al castellano. No es necesario detenerse en los múltiples ejemplos que ilustran esta estrategia.
Varios intelectuales ya alertaron sobre esta barbaridad: Manifiesto por una lengua común
En Baleares se da el mismo problema:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ciudadanobaleares/2010/10/22/lengua-propia-y-lengua-comun.html
En el País Vasco, hace años, se intentó identificar a los vascos auténticos por el Rh u otras variables morfológicas, tratando de clasificar a los vascos según la raza (como hicieron los nazis). En Cataluña, dado que, mal que les pese, son de la misma raza que los demás españoles, franceses o italianos, tratan de autodiferenciarse por la lengua. Pero la finalidad es la misma, marcar diferencias entre unos y otros: los catalanes y los que no lo son.
Para los partidarios de la independencia de Cataluña, Baleares y Valencia, el territorio de la Patria Catalana es lo que llaman Països Catalans. Se trataría de la zona que actualmente ocupan las tres comunidades autónomas citadas más algunas zonas vecinas: partes de Aragón, el Rosellón Catalán, Andorra, la ciudad de L’Alguer en Cerdeña, y nuestra comarca del Carche (el Carxe, para ellos).
El objetivo de los partidarios de esos Países Catalanes, es la independencia de todas estas zonas, bajo una bandera común, la catalana, y un gobierno único, el catalán. Es lo que se denomina “pancatalanismo”.
Como primera estrategia, se centran en la potenciación de la lengua propia, como paso para definir quiénes son sus nacionales, aquellos que hablan el catalán (o sus variantes, el valenciano o el mallorquín). Una vez identificados los miembros de la comunidad, a través de la lengua, el siguiente paso es reclamar sus pisoteados derechos nacionales y exigir el “derecho a decidir”. Poco importa que, dentro del perímetro de su Patria irredenta, vivan millones de personas que no hablan catalán, o incluso zonas enteras y comarcas en que esa lengua no se habla ni por asomo (Vega Baja, Requena, Villena, Aspe, Elda, Alicante, etc.).
Ahora vienen a nuestra zona a ofrecer ayuda para recuperar el valenciano.
Vienen como los antiguos colonizadores anglosajones cuando llevaban espejos y peines a las tribus indias o a los negritos de África. El imperialismo en versión moderna.
El uso de la lengua valenciana en nuestras pedanías es una riqueza que no se puede malgastar. Forma parte de nuestras tradiciones y es necesario hacer lo que sea para que no se pierda. Por ello es obligación del Ayuntamiento, y de la Consejería de Educación de Murcia, en el mismo plano que otras tradiciones y necesidades culturales, apoyar su uso y su enseñanza, pero no como parte de un “proyecto nacional” de gente procedente de regiones del Estado, sino como algo que incluye su obligación de proteger el legado cultural.
Yo mismo soy descendiente de valencianos, mi abuela paterna procedía de una de las zonas de la Valencia más profunda, el Comtat, y me siento orgulloso de ello. Además, en mi familia más directa, hay catalano-parlantes. No siento ningún rechazo hacia la cultura catalana-valenciana-balear, al contrario, pero sí soy enemigo de los separatismos y la xenofobia que conllevan.
El nuestro, como pueblo de frontera, es una zona híbrida en sus costumbres, su cultura, sus tradiciones, su gastronomía, sus fiestas, su lenguaje tradicional,… Es obligación de nuestros gobernantes fomentar lo que nos define, pero no para separarnos, sino porque forma parte de nuestra forma de ser. Y para ello, no necesitamos misioneros que vengan a predicar y convertirnos a su fe.
Pero esa necesidad de restaurar lo nuestro, no puede suplirse por la iniciativa de otros que tienen objetivos inconfesables. No podemos hacerle el juego a gente que pretende establecer barreras entre ciudadanos de clase A o B, que, al final, harían necesario el pasaporte para ir a comprar vino a Los Gabrieles o comer gazpachos en Los Martínez. Vivimos en la Europa sin fronteras del III Milenio, y no en la época medieval de los privilegios feudales.
José María López Lozano
Doctor en Medicina