CRÓNICA OFICIOSA SOBRE LA CONSAGRACIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL DE SAN JOSÉ, DE ABANILLA

En la ceremonia de consagración oficiada por el Obispo, el 17-11-2012, con motivo de la conmemoración del III Centenario de su construcción, se hizo mención a que este acto se realizaba “porque no existe la certeza de que esté consagrado”. La ceremonia resulto emotiva y tuvimos la oportunidad de asistir a algo que no es cotidiano. Esta efeméride ya forma parte de nuestra historia, pero resulta atípico el que se haya puesto en duda su primigenia consagración, juntamente con su dedicación, con el peregrino argumento de no haberse encontrado documentos que lo corroboren o restos arquitectónicos que lo puedan ratificar. En algunas iglesias sólo se ponía en sus pilastras cruces pintadas, que fácilmente se deterioraban con el tiempo. Las de mármol, metal o madera no se ponían en todas. Ningún historiador ha puesto en duda la cuestión de la consagración y la dedicación, aunque sí su fecha. Los “ratones de archivos y bibliotecas” son conscientes de las vicisitudes por las que han pasado los fondos documentales, tanto a nivel estatal, como eclesiástico, o de particulares, sometidos a las humedades, inundaciones, incendios, quemas, venta a los traperos, etc., y del abandono por falta de personal cualificado o de su incorrecta clasificación. Por lo general no se suele poner en duda nada de lo que con el tiempo se ha ido consolidando, a no ser que se encuentren documentos u otras pruebas que puedan desvirtuarlo. Ejemplos sobran. De todas formas no ha estado de más la posible “re-consagración” del templo y la consagración del altar.

Óleo sobre el altar

La cronología abreviada del acto, explicada para los que no asistieron, es la siguiente: Con el templo aforado de feligreses, ocupando los primeros bancos los miembros de la corporación municipal y los directivos de la Hermandad de la Santa Cruz, hicieron su entrada por la puerta principal, en cuyo piso está el blasón con la fecha grabada de 1712, de la que se ha tomado referencia para la celebración del III Centenario, los presbíteros con el Obispo, entre los que había algunos nacidos y bautizados en Abanilla, incluso ordenados en este templo. Una vez situados en el altar mayor, nuestro cura párroco les dio la bienvenida y le entregó las llaves del templo, que de haber sido de nueva construcción también le hubiera entregado los planos, la memoria de la obra y las escrituras de posesión. Lo siguiente fue la bendición del agua con la cual se procedió a bendecir todo el recinto y a los fieles allí congregados, en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo. De esta forma, simbólicamente se purifican todos los elementos arquitectónicos y escultóricos. Crismación de crucesA continuación se bendijo el óleo con el que se procedió a ungir la losa de mármol del altar mayor y las cuatro cruces de Calatrava, talladas en piedra y colocadas en las columnas que sustentan la cúpula del crucero. Si se hubiese tratado de una obra de nueva construcción, también se hubieran colocado en el altar mayor las reliquias de los santos afectos a la dedicación del templo, del patrono de la Diócesis o el de la población. En la antigua iglesia de San Benito, la primitiva parroquia de la villa, que estuvo ubicada en el Lugar Alto, consta que había reliquias de San Benito, patrono de la Orden de Calatrava, cuya imagen está situada en nuestro retablo, en el sitio de la Epístola, y de las Once Mil Vírgenes. Desconocemos si aquellas reliquias pasaron después a esta iglesia o se pusieron otras, porque durante algún tiempo las dos estuvieron en servicio. Se procedió al sahumerio, colocando un pebetero con incienso sobre el altar y al resto del templo con un incensario de mano. Este humo tiene el significado de purificar el ambiente, mediante su perfume aromático. Unción de la losa del altarTras secar el óleo sagrado de la unción de la losa del altar, se procedió a cubrirlo con el mantel y a colocar los candelabros con sus cirios y demás útiles necesarios para celebrar la Eucaristía. Hasta este momento el templo sólo tenía activada la iluminación mínima. El Obispo encendió un pequeño cirio que simboliza la luz de Cristo, con el cual se procedió a encender todos los demás, colocados en el altar y junto a cada una de las cruces de los muros. Asimismo, se activo todo el alumbrado eléctrico del interior del templo. De esta forma se continuó con la liturgia de la Eucaristía, pues ya estaba oficialmente consagrado el templo. El sagrario, que desde el inicio se encontraba vacío y abierto, tras la comunión se procedió a reservar en él al Santísimo. En cada fase de este acto se hicieron las lecturas y las preces que la liturgia especifica, así como los cantos, a cargo del personal afecto, situados en el coro.

El pebetero en el altar. Sahumerio

El Obispo le dispensó en su homilía a nuestro relicario, la Santísima Cruz, que presidió el acto colocada en el tabernáculo del altar mayor, que adoramos cada Viernes Santo, la veneramos con singular devoción y le rendimos honores cada 3 de mayo y cada 14 de septiembre, el tratamiento de “Santísima y Vera”, ídem a como lo vienen haciendo los caravaqueños desde principio del siglo XX. Lo anterior puede ser considerado por algunos como el espaldarazo del Prelado Diocesano a esta denominación, con la presunta intención de consolidarlo como marchamo típico de la Región de Murcia. Y puntualizo lo de Región, porque en otros lugares, como en Santo Toribio de Liébana, a partir del siglo XVIII (Bula de 1736) no le anexionaron lo de “Vera”; y no por ello se les puede tildar de equivocados, sino todo lo contrario. La feligresía conocedora de nuestros entresijos históricos, en base a lo reseñado en nuestro certificado de autenticidad, de 1939, procedente del Vaticano, en el que figura como “Santísima Cruz”, sin intención de entablar polémica con lo dicho por el Obispo y mantenido en contra de los estatutos durante una década, por la actual directiva de la Hermandad, no comparten el fondo del asunto, dado que agregarle lo de “Vera” no contribuye a engrandecer la devoción y la fe al Santo Madero, por tratarse de un epíteto innecesario a modo de adjetivación redundante. Seguramente el Obispo repitió lo que le han informado desde aquí o lo oído en Caravaca, sin tener en cuenta, posiblemente por desconocimiento, las vicisitudes genuinas de nuestra historia local: que en testamentos del siglo XVIII, se encargaban misas en el altar de la “Santísima Cruz” (sin el Vera) y que del siglo XIX, se han localizado dos estampas en las que tampoco lleva adosado el “Vera”.

De los muchos parciales que tenemos pendientes de la asignatura “La Historia de Abanilla”, este de la consagración del templo lo podemos dar por superado, precisamente en este año de la Fe. La fe lo alcanza todo, pero siempre y cuando pongamos de nuestra parte los medios necesarios para que se puedan llevar a cabo. En conclusión: la consagración, que también se puede entender como “re-consagración” de nuestra iglesia y la consagración del nuevo altar mayor, según lo dispuesto tras la reforma de la liturgia determinada por el Concilio Vaticano II, dentro de la sencillez y con la parafernalia justa y necesaria, no ha sido como la que pudimos ver por TV, de la Sagrada Familia de Barcelona, o de la Almudena de Madrid,  pero como dijo Séneca: “Cada uno ama a su tierra no porque sea grande, sino porque es suya”. En esto también nos debemos basar, además de en los razonamientos históricos documentados anteriormente expuestos, para no cambiar el tratamiento a nuestra Santísima Cruz, al del epíteto de Santísima y “Vera”, por copiar a Caravaca, pues está meridianamente claro que allí cometieron esta alteración a principio del siglo pasado. Que ellos sigan con su adjetivación redundante hasta que consideren oportuno eliminarla, que ya lo están haciendo en algunos souvenirs, y nosotros sigamos con la nuestra, la del certificado de autenticidad del Vaticano: “La Santísima Cruz” de Abanilla. Los epítetos y las redundancias son para los duros de mollera. Debemos evitar que las cuestiones espurias contaminen nuestras peculiaridades porque, a la larga, terminaremos perdiendo nuestra propia identidad, sin nada positivo a cambio, como es el caso.

Notas aclaratorias:
– El incienso, además de purificar, significa la oración que sube a Dios.
– El crisma (aceite y bálsamo) con que se ungió el altar y las cruces, se bendice en la misa crismal de Semana Santa, el martes. Se ha traído de la Catedral de Murcia.
– La consagración y dedicación no son dos cosas, sino una sola, «dedicación».

Eugenio Marco Tristán, cronista oficioso de Favanella.

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